miércoles, 1 de diciembre de 2010

SE RECEPTIVO A LA DICHA




En general la mente siempre es consciente del dolor, nunca de la dicha. Si tienes dolor de cabeza eres consciente de ello. Cuando no lo tienes no haces hincapié en el bienestar de la cabeza. Cuando te duele el cuerpo, eres consciente de ello, pero cuando está completamente sano no tomas en cuenta la salud.

Esta es la causa fundamental por la que nos sentimos tan infelices: toda nuestra  conciencia se concentra en el dolor. Solo contamos las espinas; nunca las flores. Preferimos elegir las espinas; y descuidamos las flores. No tiene nada de partículas que estemos heridos y sufriendo continuamente; es lo normal: por cierto motivo biológico ha sucedido: la naturaleza te hace ser consciente del dolor para que puedas evitarlo. Es un sistema incorporado. De lo contrario, puede que te estés quemando la mano y no te des cuenta; resultaría difícil sobrevivir. Por tanto, la naturaleza ha hecho algo inevitable y esencial: hacerte consciente del dolor. Pero la naturaleza no tiene un mecanismo incorporado para hacerte consciente del placer, del gozo, de la felicidad. Eso debe ser aprendido, debe de ser resuelto. Es un arte.

A partir de ese instante empiezas a darte cuenta de las cosas que no son naturales. Por ejemplo, tu cuerpo se siente completamente sano; siéntate en silencio, se consciente de ello. Disfruta del bienestar. No hay nada de malo; disfrútalo. Haz un esfuerzo deliberado para ser consciente de ello. Has comido bien y el cuerpo está satisfecho, a gusto hazte consciente de ello.

Cuando tienes hambre, la naturaleza te hace consciente, pero esta no tiene un sistema para que te des cuenta cuando esta saciado, eso hay que desarrollarlo. La naturaleza no necesita desarrollarse porque la supervivencia es todo lo que ella quiere; más de eso es un lujo. La felicidad es un lujo, el mayor lujo.
Esta es mi opinión respecto a por qué la gente es tan desgraciada, no lo es realmente tanto como parece. Tiene muchos momentos de gran felicidad, pero esos momentos pasan de largo, no son saboreados... Sus recuerdos  siempre están repletos de dolor y de sufrimiento. Su mente siempre está llena de pesadillas. No es que no haya hermosos sueños y visiones poéticas; también los hay, pero no hay nadie que las tenga en cuenta. En el transcurso de veinticuatro horas, miles de cosas suceden por las que te sientes agradecido con Dios, ¡Pero no te das cuenta¡.

Tienes que empezar a darte cuenta desde ahora. Te sorprenderás al ver que la felicidad crece cada día más y, proporcionalmente, el dolor y la desdicha llegan a ser menores. Llega un momento en que la vida es casi una fiesta. El dolor solo aparece de vez en cuando, y ese dolor es parte del juego. No llega a molestarlo a uno, no llega a afectarlo. Uno lo acepta.
Si disfrutas de la saciedad que aparece después de haber comido, por otra parte sabrás que cuando tengas hambre sentirás una pequeña molestia y eso es bueno. Cuando has dormido espléndidamente y por la mañana te sientes fresco y vital, rejuvenecido, naturalmente, si una noche no puedes dormir, sentirás una cierta agonía, pero eso es parte del juego.
Mi propia experiencia es que la vida consiste en noventa y nueve por ciento de felicidad y uno por ciento de sufrimiento. Pero la vida de la gente consiste del noventa y nueve por ciento de sufrimiento y uno por ciento de felicidad; todo está al revés.
Hazte cada vez más consciente del placer, del gozo. De lo positivo, de las flores, del reborde luminoso que tienen las oscuras nubes negras.

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